Por Ana Díaz Reja

Los registros antropológicos dicen que ya en el surgimiento de las sociedades humanas  aparecieron los individuos aceptados como guías y fueron estos los que aconsejaron a sus comunidades en todos sus asuntos, desde las relaciones internas a la comunidad, hasta las acciones para organizar las cacerías o la guerra, incluyendo los aspectos de la salud física y psicológica. Por lo tanto, podemos afirmar que el consejo viene de la tradición chamánica, que también dio origen a los hombres sagrados.

El profesional que provee de consejo experto en un dominio particular o área de experiencia, es un consultor. En 1980 existían 18.000 consultores en todo el mundo, mientras que a finales de los noventa el sector empleaba a 140.000 personas.

Una de las características del sector de la consultoría es que es un arma fundamental y estratégica ante la crisis. La situación económica actual obliga a las empresas a abaratar costes, diseñar nuevos modelos de financiación así como de actuación y organización.

Los consultores tenemos un papel importante en este momento ya que ayudamos a las empresas a diseñar y poner en práctica esos nuevos patrones para dirigirse hacia nuevos horizontes en cualquier área: financiera, recursos humanos, marketing  etc.

La consultoría de empresas es un servicio al cual los directores de empresa suelen recurrir en caso de necesidad de ayuda en la solución de sus problemas o frente a situaciones susceptibles de mejora.

La consultoría  se puede entender y trabajar de diversas maneras aunque los modelos más utilizados son los siguientes: a) como un servicio independiente y como tal, el consultor deberá ser neutral en su análisis así como también proporcionar conocimientos y capacidades puntuales. b) Haciendo uso de la consultoría de manera recurrente, involucrando al consultor en periodos más amplios, para que sea el responsable de que esos cambios se interioricen y se lleven a cabo en todas las fases de su proceso. 

Albert Einstein dijo que “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento” y de acuerdo a esta afirmación, vamos a analizar cómo el protocolo empresarial puede aportar valor en las empresas.

Relacionarse de una forma adecuada, comunicar de manera eficiente, prestar atención a los detalles en sus presentaciones comerciales, tener un estilo propio, crear una marca, organizar una comida empresarial, un viaje, nuestra forma de comer, hablar, vestir, cómo enfocar la solución de problemas en mis clientes, cuánto tiempo pasa, cuánto tardo en contestar un correo o una invitación, cómo lo hago, qué tengo en cuenta cuando visito a mi cliente en Japón o la India, son algunos de los aspectos que el protocolo empresarial puede hacer por nuestras compañías y  empleados.

Es cierto que la I+D, como las finanzas, la tecnología o el marketing son ingredientes muy vigilados en las empresas. Los nuevos diseños nos preocupan, nueva publicidad, nuevas técnicas (que posteriormente son copiadas por las empresas de la competencia)  pero en ocasiones olvidamos que todavía las negociaciones, acuerdos, firmas de contratos y en definitiva las relaciones, que son el pistoletazo de salida en cualquier acción comercial, siguen perteneciendo a las personas.

 ¿Y si esas personas estuvieran formadas no solo en su materia sino en una cultura corporativa?

Marcarán una diferencia y serán únicos ya que la cultura corporativa de las empresas es individual de cada una de ellas, como lo es nuestra forma de ser, la de cada uno de nosotros, marcada por nuestra educación en gran medida y nuestras creencias.

¿Y si educamos corporativamente a nuestros empleados?

La cultura corporativa de una empresa no son los colores de un logotipo o la publicidad que hacemos y dónde la hacemos. Ni tampoco lo son las habilidades sociales, que puede que los empleados que reclute ya hayan trabajado con anterioridad o no, la cultura corporativa de una empresa son una serie de normas, prácticas y metodologías que van desde cómo relacionarse con las instituciones, con los clientes, con los proveedores, cómo hablan mis empleados de mi, qué declaraciones se hacen, cómo se hacen, cómo me comunico con mis empleados para que mi plantilla ame su trabajo y sea capaz de trasmitir ese optimismo e ilusión tanto dentro como fuera, cómo hago para que mis empleados entiendan y practiquen aquella maravillosa frase “Si no eres parte de la solución, eres parte del problema”.

Todas estas mejoras aportan no solo imagen externa e interna sino que en la parte interna, ayudan a generar el orgullo de pertenencia. Gracias al análisis 360º, que se debe realizar antes de iniciar los trabajos, examinaremos asuntos como la comunicación interna, qué tiempo dedicamos a motivar al personal y qué acciones, junto al departamento de recursos humanos, se deben tratar.

Tal y como ocurre en las demás materias, finanzas, I+D, marketing o muchas otras, cualquier mejora que nos planteemos supone una inversión que podemos afrontar de las siguientes maneras:

Si tenemos departamento de protocolo en la empresa, será inversión en horas de nuestro personal, si por el contrario no disponemos de personal interno, podemos contar con la colaboración de consultores profesionales en esta materia. Es importante  tener claro qué es lo que la organización realmente necesita, y de ahí derivará el servicio.

Y dado que de toda inversión se espera un beneficio, diremos que tanto en la parte interna, gracias al orgullo de pertenencia generado en nuestros empleados, como en la parte externa, gracias a la nueva imagen (en el sentido amplio de la palabra) y mejora en las ventas,  se verá reflejado en la cuenta de resultados.

Author: admin

06/05/2013 | Artículo: Consultoría en protocolo empresarial